Hablar sobre el hambre en el mundo no se si es un mito o
una realidad, es reflexionar sobre si mismo y en ese mismo grado generar la
forma de actuar y buscar una prosperidad, esto lo hago sin pretender hacer un
análisis exhaustivo, sólo es a título de comentario, para generar una reflexión
sobre este tema planteado. Podemos buscar mil formas de aumentar la producción
de alimentos pero si no se hace una buenas distribución de los mismos, seguimos
hacia el mismo destino “El Hambre”, es importante hacer notar que los recursos
naturales están distribuidos uniformemente a lo largo del planeta. Dicen los
investigadores que el 80 %de los recursos naturales disponibles están
localizados en las zonas tropicales, al igual que el 80% de la población
mundial, la cual sólo consume el 15% de los recursos, el resto es exportada a
los países no tropicales. Esta distribución favorece al subdesarrollo: los
pobres pagan más caro por menos. Hay muchas cosas que están fuera del alcance de
los más bajos, recursos en la producción, sistemas de riego, créditos, falta de
capacitación… es por ello que las estrategias de equilibrio para aliviar el
hambre dependen de las normas culturales, económicas y políticas de los pueblos.
Al reflexionar he tomado estos cuatro mitos, para hacer un breve
comentario:
Mito 1: Para alcanzar la seguridad alimenticia, el
mundo hambriento debe atenerse a los terratenientes: Es lamentable que los
gobiernos y las agencias internacionales hagan caso omiso al pequeño productor.
Si analizamos cuántos campesinos han sido excluidos nos alarmaríamos. Es notorio
decir que los terratenientes controlan el 80% de las tierras de cultivo. Estos
productores generan más alimentos debido a que cuentan con los recursos
económicos, con grandes sistemas de riego, amén de las tecnologías, químicos,
plaguicidas y otros, mientras que el pequeño productor depende de préstamos
locales donde pagan una tasa de interés elevada y en muchos casos venden sus
tierras y se hacen obreros de lo que antes era su propio sustento. Si se
aportara un mecanismo de mercado donde el pequeño productor sea beneficiado con
un valor agregado por el poco impacto que genera al medio, con un impuesto
especial que se le sume por la energía utilizada con una descripción si son o
no, producidos con sustancias peligrosas y el tipo de tecnología. Así se tomaría
más conciencia del valor de sus alimentos. Los beneficios que el aporta a la
calidad de vida y al ambiente, podemos decir entonces que nos encaminamos
mejor.
Mito 2: Enfrentamos una encrucijada trágica, el incremento
en la producción de alimentos que tanto necesitamos, sólo puede producirse a
costa de la integridad ecológica de nuestra base alimenticia. La agricultura
debe ubicarse en zonas marginales aunque se corra el riesgo de una erosión
irreparable,. El uso de plaguicidas debe incrementarse aunque el riesgo sea
alto. Esto se ha hecho reiterativo: la mayoría de los campesinos cultivan en
lugares menos aptos, en muchos casos por las cercanías del agua, así como
alimentos que no son los indicados para las tierras cultivadas, pero son los que
generan más dinero. Un ejemplo muy palpable lo vivimos en mi Estado, cuando una
trasnacional compró las tierras de excelentes condiciones para el cultivo del
cual vivían con ofertas muy llamativas, ellos pensando en la solución de sus
necesidades, aceptaron, sin pensar que el después resulto ser más doloroso.
Estas empresas sembraron plantas para producir papel no aptas del lugar,
utilizaron diferentes tipos de plaguicidas y maquinarias. Como consecuencia del
impacto tenemos el agotamiento de los suelos, la sequía de los ríos, los caños
aledaños, se terminó con las especies de fauna del lugar, incluso la flora , hoy
es un lugar con suelos no productivos con un cinturón de miseria, de hambre,
enfermedades y sed, pero el campesino no conocía en ese momento la gravedad del
problema y además no contaba con programas ni presupuestos que le permitieran
seguir cultivando de manera progresiva sus suelos, junto a la gran burocracia
política de intereses de terceros que obtenían una excelente ganancia del
negocio. Estos terrenos se han expropiado hoy día, pero su capacidad de
regeneración llevará muchos años.
Mito 3 La esperanza de un país
subdesarrollado está en exportar los cultivos en los que tiene una ventaja
natural y utilizar las ganancias para importar alimentos y bienes industriales:
Es decir, lo que se produzca es para pagar los gastos de las importaciones, así
viviremos siempre siendo dependientes. Lógicamente que los países en desarrollo
para mejorar sus condiciones siguen modelos de los países industrializados que
son además los que venden la tecnología y los que directa o indirectamente les
inducen a la producción de bienes y servicios a precios irrisorios. Es evidente
que algunas cosas hay que importar necesariamente, pero hay otras alternativas
que se pueden promocionar. Por ejemplo, si se aporta más ayuda al pequeño
productor si se promueven cooperativas de consumo, granjas integrales, si
formamos a las pequeñas y medianas empresas que deben hacerse más responsables
desde la producción, los materiales y el manejo de sus alimentos, con una
producción sustentable y con tecnologías más autóctonas ,por supuesto sin dejar
de tener algunas de importación, quizás lleguemos al logro de muchos objetivos
propuestos.
Mito 4 :El hambre puede superarse si se redistribuye
la comida desde las áreas donde hay un excedente y una carencia. Aunque se
distribuyan eficazmente los alimentos, debemos entender que el hambre nos afecta
a todos en el mundo, es responsabilidad de cada uno tomar las medidas concretas
para alcanzar la solución, para solventar el problema, se debe generar un
sentimiento de responsabilidad y compromiso con los demás seres. Cabe destacar
que el aumento de la producción de alimentos se origina en países en desarrollo
y es allí donde hay mayor crecimiento poblacional, sin embargo el consumo de
estos alimentos va a la exportación, es por ello que se dice que la causa de
malnutrición y el hambre esta en el desajuste que existe entre la producción y
la población. Es una cuestión de carácter moral y político, los programas de la
reducción del hambre se han visto anulados por el alza de los precios de los
alimentos y de las crisis económicas.