miércoles, enero 25, 2012

A lo largo del día, allí donde estés, interrumpe lo que estés haciendo y haz una pausa para la oración. No necesitas cerrar los ojos ni esperar a tener algunos minutos de soledad. Dondequiera que esté, cualquiera sea tu tarea, puedes aquietar tus pensamientos y pronunciar una oración de agradecimiento a Dios.

Si algo te tiene preocupado, pon tus preocupaciones en las manos de Dios. En esos momentos de estrecha comunión con Dios, se te quitara el peso del problema. Tras la pausa para orar te sentirás apacible y en calmo. Relajado, reconcentrado en las responsabilidades que tengas ante ti; sé que podemos hacer todo lo necesario de modo ordenado y eficiente. Para reponerse con celeridad, incluye varias pausas para rezar en tu rutina de cada día. ¡Da resultado!

~ Felipe de Urca

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